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Uno de los ejemplos más impresionante de la inteligencia otorgada a los peces es el caso del pez arquero. Este pez se encuentra diseminado en las aguas desde Australia a La India.
Este pez tiene una forma muy original de pescar; espera que los insectos se poseen en alguna hoja sobre el nivel del agua y luego el pez le arroja un chorro de agua, sacándolo de balance y logrando así que el insecto caiga al agua, acto seguido el pez lo atrapa y se lo come.
Cuando este pez y su forma de cazar fue mencionado por primera vez en 1764 por un miembro de la Royal Society de Londres, hubo mucha incredulidad al respecto y se pensaba que esto no podía ser del todo cierto. No fue sino hasta unos cuarenta años después, luego de mucha investigación y captura de este pez que se llegó a creer la formidable forma en que este pez adquiere sus alimentos.
Este pez no solo arroja un chorro de agua sobre sus presas, sino que también arroja un golpe que crea una brecha en la teoría evolutiva como explicación del orden reinante en el universo.
La historia anterior nos lleva, nueva vez, a la conclusión de la existencia de una inteligencia mayor, un gran diseñador que ha sido capaz de dar esta inteligencia a sus criaturas.
Este gran diseñador es Dios. Dios existe.
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