domingo, 1 de julio de 2012

El Problema

Para el que cree en un Dios bueno y todopoderoso hay ciertas preguntas que debe responder:
¿Es Dios todopoderoso? ¿Es Dios absolutamente bueno? Si Dios es bueno: ¿No desearía que el mal dejara de existir? ¿Entonces, si es bueno por qué no elimina el mal? Si no lo elimina: ¿Es por qué no es Todopoderoso? Y si es todopoderoso: ¿Entonces, no es Dios absolutamente bueno por no querer eliminar el mal?
Cuando muchos creyentes en la existencia de Dios son enfrentados con las anteriores preguntas,  por lo general no hallan que responder.


Es evidente que esas preguntas deben ser contestadas, pero contestadas con respuestas claras y bien documentadas y no con las respuestas vagas que se escuchan comúnmente.

El ateo niega la existencia de Dios y afirma que el mal no es más que materia en movimiento, estando toda ella en la lucha por la supervivencia. Para aquellos que no creen en la existencia de Dios el mal no es más que una parte normal y natural en la evolución constante de la materia.

Para el ateo surge, sin embargo, una pregunta que debe responder: ¿Cómo los creyentes en la existencia de Dios, le atribuyen un mundo totalmente material (como ellos dicen) colmado de maldad y sufrimiento a un Dios bueno, justo y benevolente? Claramente esta pregunta nos lleva de vuelta al argumento ontológico. 

Se debe reconocer que el teísta debe explicar la existencia de un Dios benevolente frente a la existencia del mal, pero también el ateo debe explicar como ha evolucionado la idea de la existencia de un Dios benevolente en base a la existencia de un universo y un mundo, supuestamente, totalmente material. Tenemos en nuestras manos una arma de doble filo y cada ateo debería reconocerlo.





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